
Un océano para lavar las manos
curaduría por Marcelo Campos y Filipe Graciano
Juliana dos Santos
Con el tinte extraído de la clitoria ternatea, una flor utilizada terapéuticamente y en la alimentación humana, que produce un fuerte tinte azul, entre el azul real y el violeta, la investigación del color, en la obra de Juliana dos Santos, alcanza una dimensión filosófica y sociocultural. Los colores existen etéreos, sin fijación química, expuestos al tiempo, a la luz y a la desaparición. El azul invítanos a pensar por las transparencias y colores del agua y el cielo, el lugar de lo inalcanzable. La obra de la artista promueve el debate sobre la cura y de las preocupaciones del color de la flor,
a partir del buceo en el azul, de la inmersión del otro en un océano.
El color como punto de percepción, de memoria, de afecto, así como de afectación. Estamos expuestos, desde la misma exposición de los colores, a las duraciones y sus amenazas, a la humedad, a la solarización. El azul (que dio origen a la investigación) apunta al lugar efímero, lugar de nobleza, lugar de sacralidad y, por tanto, lugar de exclusión, lugar de encuentro, de distancia y de búsqueda constante de una relación de más sinestesia, de reacción espontánea, donde el color se entrega a lo deseado por extender una amplia experiencia.
El color se presenta como lugar de la temporalidad y sus superposiciones. El tiempo enrarecido de duración, demarcado en constante transmutación y transformación.
El azul como metáfora de la expansión del cielo, seguido del universo, dibujándose en galaxias, deshaciendo límites.

